Una nueva forma de pedalear

Los pedales llegaron por el cumple. Los tenis con calas ya estaban de antes, gracias a Juan. Sólo quedaba juntar las ganas para dar el salto, con las posibilidades de piñarse que ello implicaba.

Hoy ha sido el día. El anclaje de las calas casi en la posición más suave que puede soportar y una pequeña ruta a por pan para probar el funcionamiento.
Una vez perdido el miedo ya pude subir a Cabral a comer con mis padres disfrutando de las nuevas sensaciones. Lo más sorprendente es lo rápido que se puede dar potencia, una vez descubres que no hay riesgo de que el pie se vaya del pedal.
Luego a probar eso de dar impulso tirando del pedal ¡Guau! Menudo subidón. Me sobran marchas por abajo. Esto hay que empezar a entrenarlo, porque hay mucho que disfrutar con el nuevo juguetito.

Pantalones tras la marcha Angelman

Porque, en este caso seguro, una imagen vale más que mil palabras; una muestra del estado en que dejé los pantalones de ciclismo después de terminar este domingo la Primer Marcha Angelman, en Cangas.

Me parece que el recorrido seguirá siendo un lamazal, no se, ¿hasta el fin de los días?.

Engranajes. ¡Engranajes!

¿Quién se puede resistir a una máquina con engranajes a la vista?
Esa capacidad que tienen para hacer que una cosa viva, con movimiento. Al mismo tiempo que la hacen completamente comprensible aún estando parada.
¡Que bonitos que son los engranajes! ¡Quiero más!

Ya estoy en casa

Esto es lo que pasa cuando sales a pedalear (60 Km, hasta el Faro de Budiño) uno de esos días de temporal.
No se aprecia del todo los vientos de más de 120 Km/h que hubo pero puedo asegurar que en la bici se notaban.

37 añitos

Ha sido un gran día, aunque no me haya afeitado.

Lo mejor de todo es que este domingo tengo otra vez paparota. Cosas de tener a mi hermanita viviendo en Ferrol.

LEGO 42006, que bien nos lo vamos a pasar juntos.

El mejor regalo de cumpleaños. Una mañana en el salón, con la peli de supermán en la tele y un LEGO nuevo para jugar sobre la mantita peluda.

1000 Km, o más

La CUBE se está portando mejor de lo que pudiera imaginar en mis mejores expectativas.
Está ahí, todo el rato, poniendo carita cuando no la sacas a rodar por las montañas, o por dónde sea, que en ciudad también se defiende fenomenalmente.

La cuestión es que desde que llegó ya hemos hecho más de 1.000 Km, y no es que lo diga por decir, es que es la suma de las rutas subidas a Strava. Como resulta obvio en realidad la distancia recorrida es mayor, porque no siempre llevo el GPS encima, aunque se está convirtiendo en algo habitual.

La cuestión es que en poco más de dos meses ya ha superado en distancia a mi vieja Merida, que sigue pendiente de pasar por el soldador y reencarnarse en bici urbana. Mientras seguirá durmiendo en el trastero.